Las páginas de Sara: la historia íntima de una vida marcada por la fe, el amor y el miedo
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Las páginas de Sara: la historia íntima de una vida marcada por la fe, el amor y el miedo

Sara, la autora de su propia historia

Sara Millerey González Borja no solo fue una mujer trans que soñó con un mundo más justo: también fue escritora de sí misma. Antes de que su nombre se convirtiera en símbolo de una tragedia que ha conmovido a Colombia, Sara dejó un legado íntimo y poderoso en cuadernos que tituló Mi autoría, donde narró su vida, sus dolores, sus esperanzas y sus miedos. Su madre, Sandra Borja, conserva esas páginas como un tesoro, con el firme deseo de publicarlas algún día.

En esos escritos, Sara habla del rechazo temprano de su padre, quien, según sus palabras, no la quería “porque era demasiado femenina”. “Mis delicadezas me hacían ver la vida como bebita y no como bebito”, escribió con honestidad. Relata también cómo su madre decidió alejarse de esa violencia, criándola con ayuda de su abuela. Desde la adolescencia, Sara supo que se veía como una mujer. Incluso se escapó de casa para participar en un reinado organizado por sus amigas “las maricas”, donde fue coronada por ser la más bella.

Pero más allá de su identidad, Sara fue profundamente espiritual. Sus cuadernos revelan una religiosidad intensa, marcada por el amor a Jesucristo. “Siempre estaban con Jesucristo mis principios”, escribió. Su fe no fue bien recibida por la Iglesia católica: cuando confesó haberse enamorado de un sacerdote, fue excomulgada y se le prohibió asistir a misa. Aun así, nunca perdió su vínculo con Cristo. “Me conformaba sintiendo su presencia siempre”, anotó.

Entre sus pertenencias, Sara guardaba un cuaderno especial: uno con oraciones, rituales y hechizos. Escribía rezos inventados para santos, para su perro Nicolás —al que juraba amar como a un miembro de su familia—, y hasta para luchar contra sus propias adicciones. En uno de ellos, pedía: “Jesús, tú conoces bien mis vicios, mi adicción… libérame de aquello que turba mi vida”.

Su vida no fue fácil. La lucha contra las adicciones, el rechazo, la pobreza y la violencia eran parte de su día a día. Sin embargo, Sara también encontró amor y esperanza. Hace cinco años, según su amiga Ginna, se enamoró. Dejó las drogas, comenzó a vender dulces y decidió terminar su bachillerato. Se graduó en 2019. Su madre le sugería estudiar peluquería, porque desde siempre le apasionaba la belleza.

El tema de la muerte aparece constantemente en sus escritos. En una página, agradece a Dios por “un año más de vida”. En otras, deja constancia de sus temores: “Preocupada grandemente por pasarme algo malo”, “que sean defraudados los que desean mi muerte”. Aunque no identifica a sus agresores, su voz es clara y dolida, como quien presiente un final violento: “Aleja de mí, Señor, toda mala acción, sobre todo el hecho de violencia que me dañe o me deje sin vida”.

Uno de sus ruegos lo cerró con un beso en labial rosa. Otro, con un triple “Amén”.

Hoy, esas páginas no solo hablan de Sara. Hablan de cientos de personas trans que, como ella, viven entre la fe, el miedo, la exclusión y el amor profundo por la vida. Su historia, escrita con sus propias manos, merece ser leída, recordada y protegida.

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